Sin título de Norah Borges. Linóleo publicado en la revista Horizontes n.º 2, 30 de noviembre de 1922 |
Años juveniles de Borges en España
En vísperas de la Primera Guerra Mundial, la familia Borges se trasladó desde Buenos Aires a Europa, donde vivieron hasta 1921. Establecidos en Ginebra, desde allí hicieron frecuentes viajes por Francia e Italia. Vinieron a España en 1919. El invierno de 1919-20 lo pasaron en Sevilla. En la revista ultraísta Grecia, dirigida por Isaac del Vando Villar, Borges publicó por primera vez un poema con reminiscencias de Walt Whitman. Luego residieron en Madrid, donde el joven poeta hizo activa vida literaria, dentro de los grupos ultraístas, conoció a Ramón Gómez de la Serna en Pombo. A lo largo de su vida manifestó una permanente admiración por el primero.
A principios de la primavera de 1920 los Borges se fueron a vivir a Mallorca, en Valldemosa y Palma. Por entonces, tanto Borges como su hermana Norah, que también escribía poemas, contribuyeron eficazmente a que la llama del ultraísmo prendiera en algunos jóvenes poetas mallorquines.
En Valldemosa, donde vivía el matrimonio Juan Sureda y Pilar Muntaner —ella estimable pintora cantada por Rubén Darío—, hizo amistad con el hijo de estos, Jacobo Sureda, poeta y pintor muerto joven y que publicó uno de los más interesantes libros ultraístas: El prestidigitador de los cinco sentidos (1926). Otros amigos ultraístas en la isla fueron Miguel Ángel Colomar, Ernesto Detheroy, Juan Alomar y Fortunio Bonanova. En el número de febrero de 1921 de la revista Baleares, dirigida por Enrique Vives Verger, publicaron poemas los poetas Jacobo Sureda, Juan Alomar y Jorge Luis Borges. De Borges es el siguiente:
Catedral
Las olas de rodillas
los músculos del viento
las torres verticales como gritos
la catedral colgada de un lucero
la catedral que es una inmensa parva
con espigas de rezos
Lejos
Lejos
Los mástiles hilvanan horizontes
y en las playas ingenuas
las olas nuevas cantan los maitines
La catedral es un avión de piedra
que puja por romper las mil amarras
que la encarcelan
la catedral sonora como un aplauso
o como un beso
En este número se publicó un manifiesto ultraísta precedido de una nota de la redacción que decía:
Guiándonos siempre del deseo de dar a conocer todo cuanto significa avance hacia el ideal y habiéndose iniciado en Mallorca el movimiento ultraísta, que está llamando la atención en todas las naciones del mundo, no hemos vacilado un momento en acoger en nuestras páginas las palpitaciones de ese nuevo grupo de valiosos jóvenes que en esta isla cultivan, con gran acierto, esa nueva corriente literaria y pictórica. Para que nuestros lectores puedan hacerse carga de lo que es ultra y lo que significa en la moderna escuela, publicamos a continuación el brillante manifiesto que loso jóvenes ultraístas de Mallorca dirigen al público.
El manifiesto ultraísta de Mallorca es un texto de unas cuatrocientas cincuenta palabras donde se expone la estética del momento de una forma habitual en esta clase de escritos. Comienza así:
Existen dos estéticas: la estética pasiva de los espejos y la estética activa de los prismas. Guiado por la primera, el arte se transforma en una copia de la objetividad del medio ambiente de la historia psíquica del individuo. Guiado por la segunda, el arte se redime, hace del mundo su instrumento y forja —más allá de las cárceles espaciales y temporales— su visión personal. Esta es la estética ultra. Su volición es crear; es imponer facetas insospechadas al universo.
Leído a tantos años de distancia, sus ideas no resultan ya novedosas, lo que es lógico, ni siquiera especialmente innovadoras frente a otros movimientos anteriores, como el modernismo y más allá del romanticismo. Pero ofrece, además de su valor documental, la atracción de una sincera aventura juvenil. Va firmado por Jacobo Sureda, Fortunio Bonanova, Juan Alomar y Jorge Luis Borges.
A finales de marzo de 1921 los Borges se volvieron a Buenos Aires. A su llegada aún sentía Borges el entusiasmo por el ultraísmo y se lo comunicó a algunos jóvenes. Muy pronto, como consecuencia del reencuentro con Buenos Aires, accedió a su mundo personal. Su primer libro, Fervor de Buenos Aires (1923), no recoge ninguno de sus poemas ultraístas. Y en sus manifestaciones respecto a este movimiento se ha expresado en términos como los siguientes: «El ultraísmo no tiene ninguna importancia para la literatura, aunque la tenga para los historiadores de la literatura, lo cual es insignificante».
Antonio Fernández Molina
[Publicado en el periódico El día de Aragón, el domingo 12 de junio de 1988, en su sección «Veleta al viento», acompañado por el artículo «Las golondrinas de Bécquer en Ramón Gómez de la Serna»].
© Herederos de Antonio Fernández Molina
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