Fernández Molina: «Nuestro “realismo mágico” desarticuló el tremendismo». Entrevista en ABC el 5 de mayo de 1982
Portada de la Antología de la poesía modernista, preparada por A.F. Molina |
La «generación del 51» en su puesto
Fernández Molina: «Nuestro “realismo mágico” desarticuló el
tremendismo».
Madrid (E. Alcalá). al rompeolas de Madrid, para presentar
uno de sus libros —una magnífica Antología
de poesía modernista—, ha llegado Antonio Fernández Molina (Alcázar de San
Juan, 1927), el poeta y pintor, narrador y novelista que es, hoy por hoy, el
«eslabón perdido» de la llamada «generación del 51», tantas veces oculto por
las olas y contraolas de la moda literaria y otras tantas aparecido y
reaparecido. Fernández Molina perteneció en lo que su arriesgada y anárquica
personalidad podía permitir, a la escuadrilla de poetas que, al flanco del
postismo y superadores de su «grugueresca» retórica, consiguieron sobrevivir, por
sobre la marea asfixiante del realismo monótono y de la poesía encastillada y
formalista.
Alejado en Universidades extranjeras aunque con presencias
temporales de ida y vuelta, Ángel Crespo, y desaparecido tristemente Gabino
Alejandro Carriedo, con los que formaba una trinca irrespetuosa, pero
estimulante, Antonio Fernández Molina sigue bailando en solitario ahora desde
Zaragoza, como un francotirador, como un escritor genuino. En estos momentos
hablar de su poesía es gratificante y hablar de sus novelas tampoco resulta
ocioso. Ha vuelto la afición por la vanguardia y Antonio Fernández Molina ha
sido y es —y suponemos que seguirá siendo siempre— un escritor vanguardista.
—Creo que en torno a los años 50-51 hubo dos generaciones.
Una, la nuestra, la del postismo, que dio lugar a El pájaro de paja, Doña
Endrina, Trilce, Haliterses ¿? [desconocemos esta última revista citada, tal vez se trata de un desliz mitológico del transcriptor de la entrevista y se trata de la revista de la época Deucalión, dirigida por Crespo, Carriedo y Federico Muelas], etcétera, sin relación con la otra que podía
fijarse en torno a Claudio Rodríguez. No existía ninguna relación entre las
dos. De la mía, las características principales radican en el interés por las
artes plásticas. Fue un grupo que se preocupó por el informalismo y consiguió
que fuese aceptado por «El Paso». Yo he terminado siendo pintor.
—¿Cómo era vuestra poesía?
—Una consecuencia del descubrimiento del postismo. Tenía una
preocupación social, pero con matices distintos del tremendismo absorbidos por
una vía lúdica, del cine mudo, de lo circense. Algunos poetas del grupo no
disimulan su interés por Gómez de la Serna, al fin y al cabo un personaje que
asume todos los movimientos de vanguardia. La «generación del 51» se interesa
por la poesía primitiva española, está abierta a la poesía portuguesa,
etcétera.
Descubrir a Pessoa
Fernández Molina se ve dentro de ese grupo —ya perfectamente
caracterizado dentro de las corrientes estéticas españolas— con una
peculiaridad y es la de considerarse el escritor más influido por el postismo.
—Empecé escribiendo una poesía de ambiente rural mágico, a
la vez que una poesía de tipo místico, al modo de Rilke. El trasfondo postista
me venía a través de Carriedo y de Crespo. Hago neosurrealismo en Biografía de
Roberto G., en El cuello cercenado, en Semana libre. Curiosamente un día
descubrió en una revista a Fernando Pessoa, y se lo digo a Ángel Crespo, y
empezamos a difundirlo.
—¿Quizá por eso te expresas en colaboración [con] poetas
heterónimos?
—Desde luego. Hay [uno] muy inicial que es Roberto Goa (el
Roberto G.) y luego me apoyo en Mariano Meneses en el[los] libro[s] En la
tierra, De un lado para otro. Pero a partir del 50-51 descubro a Lorca y me
sumerjo en los valores plásticos. Valores que llevo sin solución de continuidad
a mis novelas y relatos. Mi estado de ánimo es el mismo que en mi poesía.
Escribo haciendo un poema: Solo de trompeta, Un caracol en la cocina, El león
recién salido de la peluquería, el cuento «Adolfo, de perfil», en Cuadernos
Hispanoamericanos.
Un independiente
—¿Cuál es tu equidistancia del socialrealismo?
—En esos libros y en mis cuentos, como en Pompón, [En]
Cejunta y Gamiel[Gamud], Arando en la madera, yo me anticipé a las
corrientes en boga. Siempre he sido una persona independiente. si tuviera que
señalar lo más esencial diría, que soy un poeta fundamentalmente que pinta,
escribe relatos, novelas, ensayos y piezas teatrales. Aunque pienso que aprendí
a escribir leyendo a Bécquer y a pintar mediante la visión de Lorca. Me
costaría elegir un libro, pero este sería, sin duda El cuello cercenado, que
enlaza precisamente el vanguardismo con el poeta sevillano (¿?) [si se refiere
a Lorca sería el poeta granadino].
–Tú ultimo libro Entre las cañas huecas vuelve a establecer
tu interés por la poesía…
–Es un libro más sabio que El cuello cercenado, vital y más
nacido de lo profundo del alma. Un poemario lírico-místico. Irremediablemente,
un poeta pertenece a su época. Y ahora yo, por mi edad, me encuentro en el
periodo reflexivo de mi existencia y nunca me inserto en las corrientes en boga
voluntariamente. Tampoco considero al arte como una creencia o una filosofía.
Busco el matiz de la ambigüedad porque es el que amplifica el mensaje. Un poema
no debe ser demasiado claro si quiere dejar un margen de sugerencia.
Justamente la sugerencia que la obra de Fernández Molina ha
conservado a través del tiempo. Por su lozanía imaginativa y su libertad
vanguardista. Que al fin han encontrado su reconocimiento.+
Publicado en el diario ABC, en la sección «Cultura y Sociedad», el miércoles 5 de mayo de 1982, sin firma.
Recorte de prensa de la entrevista arriba transcrita |
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