Avellanas para las monas, un capítulo de ocho capítulos cogidos con un imperdible, de A. F. Molina



Capítulo III
Avellanas para las monas

Avellanas para las monas pues para las palomas no sería oportuno.
Avellanas para los niños del coro mejor que para el oro de la tía Coro.
Avellanas para el jardinero mejor que para echarlas debajo de la apisonadora.
Avellanas para los futbolistas mejor que para las fieras salvajes.
Avellanas para las alumnas de segundo de farmacia, mejor que para el encargado del laboratorio.
Avellanas por aquí, avellanas por allá. Que si patatú, patatá. Que si patatán, pataté. En definitiva avellanas para las monas y sus consecuencias.
Pero de ninguna manera, nunca, jamás, en modo alguno, avellanas para repartirlas en los festivales de la canción, ni en los guateques, en las inauguraciones, en las fiestas de aniversario, para dar la bienvenida, para despedir a los vecinos, para partirlas en los caminos vecinales y, como quien dice, ni para esto, ni para aquello y para lo de más allá.
Lo demás es silencio.

(Fragmento de «Ocho capítulos cogidos con un imperdible». Separata de la revista Extramundi y los Papeles de Iria Flavia, 1998).

© Herederos de A. F. Molina

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