Reseña de Veinte años de poesía española (1939-1959), de
José María Castellet. Seix Barral: 1960.
La editorial Seix Barral, en su colección Biblioteca Breve,
viene prestando señalados servicios en el campo de la narración y del ensayo,
pero hasta el presente, en lo que se refiere a la poesía, han sido más bien
medianos que otra cosa.
Hace tiempo que se echa de menos la existencia de una
antología de la poesía española actual
y, sin duda para tratar de llenar este hueco es para lo que, tan simpática
editorial, ha editado esta de ahora, preparada por José María Castellet.
Es indudable que José María Castellet en el terreno de la
novela es un crítico preparado y con unas ideas coherentes y dinámicas. El
esquema que le sirve para sus artículos y ensayos sobre novelas es el que ha
adoptado para el estudio preliminar de esta antología y para la selección
antológica. Por eso el resultado no ha dado los frutos deseados, ni mucho
menos.
La introducción (aparte una justificación previa y
suficientemente extensa para su cometido) va de las páginas 25-105. El autor se
ha tomado el espacio suficiente para hacer un estudio más detallado de la
realidad de la poesía española (que él pretende que corresponde aproximadamente
a la mundial) que presenta de una manera asaz esquemática. Los términos de
simbolismo y realismo son los que gozan de toda la fortuna. Estos términos, en
líneas generales, podrían ser aceptables, pero no en el lugar y con la
intención que se les emplea. Sería necesario matizar.
Pero esto no es el defecto mayor y se podría pasar por ello
(aunque difícilmente puede tener una función educadora este libro, pues juega
con abstracciones que solo están al alcance de personas muy enteradas). El
error fundamental es haber dejado a un lado las dotes facultades críticas, o el
haberlas utilizado en escasa medida, para presentarnos un trabajo que es el
resultado de una tesis preconcebida. Todas las simpatías de Castellet están por
lo que él llama realismo y se vale de todos los medios a su alcance para que
esa simpatía cale en el lector. Personalmente no soy ajeno a esta simpatía
aunque, insisto, Castellet no ha matizado lo que fuera de desear. Pienso que
debe de haber identificado entre el momento que se vive y la poesía.
Naturalmente me parece que la identidad entre el momento de creación poética y
la realidad puede presentar infinitos matices. Castellet parece que se inclina
por un realismo en el que además «la oscuridad es un defecto de expresión»,
etcétera. Es interesante su intento de presentar un panorama histórico de la
poesía en que los protagonistas sean los poemas presentados, no el poeta con el
conjunto o una selección importante de su obra. Pero el resultado de este
trabajo antológico es consecuencia de las ideas que informan la introducción.
Lo que Castellet entiende por simbolismo está ausente o
visiblemente desdeñado y en este aspecto peca de parcial, y si esto podría
tener justificación en estudio de introducción, no lo tiene en la selección
antológica.
No es rigurosamente una representación histórica porque a
menudo escoge poemas que data en la fecha de publicación en libro cuando han
aparecido con anterioridad en revistas. Además, ya se sabe que la distancia en
el tiempo, desde que un poema está escrito (fecha que sería, en rigor, la que
debería contar) a su publicación oscila entre unas docenas de horas a unas
docenas de años.
Escogiendo poemas de los poetas que han publicado, y escrito
poemas entre los años 1939-59, incluidos de los más jóvenes y de los que
ocupaban un puesto ya indiscutible antes de estas fechas, no tiene explicación
la ausencia de poetas como Domenchina, Prados, Moreno Villa, Altolaguirre,
etc., y otros como Gil-Albert, Alcaide, Hidalgo, Cirlot, Labordeta, Pinillos,
Valls, etc. (se podría seguir aún la lista) que visiblemente habrían mejorado
la representación que se ofrece de la poesía en esos años. La explicación de
este olvido no puede ser, sino porque la obra de estos poetas no interesa por
simbolista. Naturalmente yo respeto el derecho de que a Castellet le interese,
o le guste, una determinada clase de poesía y no otra, pero esto en cuanto a
lector particular o incluso crítico de una determinada tendencia, pero no en el
momento en que actúa como antólogo de un periodo de veinte años de nuestra
poesía.
Aparte de las objeciones que se le puedan poner a este
trabajo, y las que se le podrían añadir (las antologías de poesía parecen ser los trabajos más difíciles
de lograr, pues hasta el presente solo hay acuerdo con la de Gerardo Diego, en
la que coincidió un excelente crítico-poeta con un momento de excepcional
calidad en nuestra poesía) es este un trabajo interesante afrontado desde un
importante punto de vista. Sin embargo, la poesía es una realidad más sutil que
la que ordinariamente maneja un crítico literario y en este terreno es difícil
el acierto y ahora no lo ha habido. Y se sigue esperando la antología que venga
a ser lo que la de Gerardo Diego fue en su día.
Quiero hacer constar, aunque esto poco tenga que ver con lo
tratado, que me han complacido las referencias que se hacen al libro de Cernuda
Estudios sobre poesía española contemporánea, casi unánimemente silenciado,
cuando se trata, hasta el momento, del estudio más importante que se ha hecho
de buena parte de la poesía que nos toca muy de cerca.
Antonio de Viñuelas
Antonio Fernández Molina publicó este artículo, bajo el seudónimo
Antonio de Viñuelas en la revista de Zaragoza Despacho literario n.º 3 (Géminis de 1961), dirigida por Miguel Labordeta.
Comentarios
Publicar un comentario