Antonio Fernández Molina nace en 1927 en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) y muere en Zaragoza en marzo de 2005.
Su infancia y juventud están marcadas por desgracias familiares que aunque no impiden que desarrolle sus inquietudes intelectuales, sí las ralentizan en gran medida.
En 1935 muere su padre y la familia se traslada a Guadalajara donde realizará sus estudios y hará sus primeras colaboraciones literarias en el periódico local “Nueva Alcarria”. Sacia su curiosidad y atracción hacia las artes, con los libros de la Biblioteca Municipal, donde por su insistente presencia le conceden un premio al mejor lector de la provincia.
Su primera visita a Madrid es con motivo de un examen de reválida. Las siguientes, las aprovecha para visitar museos, galerías y librerías donde se empapa de los movimientos artísticos de vanguardia con los que tan afín se siente.
Le impresionan los dibujos de Miró, Klee, Wols. Las pinturas de Chagall, Dubufett, Chirico, las vanguardias históricas y el Surrealismo. Pero son los dibujos de Lorca, que conoce a través de un libro escrito por Gregorio Prieto, los que alientan su vocación plástica.
No dejará de estudiar el fenómeno de los pintores escritores, publicando infinidad de artículos sobre este tema, incluyendo el primer estudio sobre la literatura de Picasso que se publica en España.
La exposición de dibujos realizados por escritores “avant la lettre”, organizada por los Postistas en la galería Bucholz, le pone en contacto con un mundo artístico del cual él ya se sentía parte integrante. Se hizo amigo de los Postistas y colaboró con dibujos o poemas en todos sus proyectos. Podemos considerar a Antonio Fernández Molina el creador que mejor profundizó y desarrolló los postulados Postistas, gracias entre otras cosas a su abundante y multidisciplinar producción.
Asimila muy bien lo que el Postismo tiene de ruptura de las fronteras entre las artes, de surrealismo blanco, de locura inventada, de automatismo controlado, de primitivismo, de juego intermitente entre sueño, realidad y divertimento… A esas premisas, él le añade bastante romanticismo, sabiduría y profundidad hasta crear un mundo de dulces monstruos tan numerosos y propios que convierten su estilo en absolutamente único e inmediatamente reconocible.
En el 1951 A. F. Molina funda en Guadalajara la revista de poesía “Doña Endrina”. Con criterio excepcional, pidió colaboraciones a todos los que para él estaban haciendo auténtico arte, entre ellos los Postistas: Gregorio Prieto, Chicharro hijo, Carlos Edmundo de Ory, Ángel Crespo, Francisco Nieva, Madrilley… También Laguardia, Mathias Goeritz, Gabriel Celaya o Miguel Labordeta. Con este último trabajó como redactor jefe en la revista “Despacho literario”.
También en Guadalajara formó parte muy activa del club “Vino y Pan” que organizó entre otras “locuras” la primera exposición del arte abstracto de la provincia, convirtiendo a Guadalajara en una de las capitales de provincia más activas, culturalmente hablando, de la posguerra.
Desde esos primeros años 50 compagina la publicación de poemas, relatos breves, críticas de arte y literatura con ilustraciones en muchas de las revistas literarias e iberoamericanas, principalmente en Venezuela, México, Nicaragua y Puerto Rico. Son poetas y pintores como Alejandra Pizarnik, Vicente Aleixandre, Antonio Saura o Mompó sus mayores admiradores.
En 1952 expone dibujos realizados en tinta sobre papeles reciclados, en una muestra organizada por Juan Ramírez de Lucas en el Club de Prensa de Madrid.
La necesidad de trasladar a un soporte físico, las imágenes que le proporciona su desbordante imaginación, le hace recurrir a materiales de lo más diversos: el ticket del autobús, la servilleta del bar, un poema desechado…
En el año 1953 publica publica Biografía de Roberto G. y Una Carta de barro que le valió la inclusión en la Antología poética del siglo XX, que Enrique Azcoaga publicó en Argentina.
Le incluyen en 1961 en la exposición itinerante por Iberoamérica de dibujos realizados por poetas, homenajeando a Henri de Lescoët.
Cela impresionado por los conocimientos demostrados en la confección del especial de "Papeles de Son Armadans" a Silverio Lanza, le reclama en 1964, como redactor jefe. Se traslada con su familia a Mallorca, donde sigue viviendo hasta 1975.
En la galería Costa de Palma de Mallorca hace su primera exposición individual.
En Mallorca se inicia en el arte gráfico, primero con linóleos, seguirá con los grabados que se adaptan tan bien a la línea de sus dibujos y por último con las serigrafías, en las que puede reproducir más fielmente sus pinturas en color.
Siguen incesantes sus publicaciones. Más de un centenar entre novela Solo de trompeta, relatos En Cejunta y Gamud, teatro La tabla de multiplicar e incluso algún guión cinematográfico. En muchos casos sus libros están ilustrados por sus propios dibujos. Su inclusión en antologías de literatura de vanguardia es obligada y aunque gana algún premio literario como el Ciudad de Palma de poesía en 1964 o el de novela en 1969, su originalidad sólo apta para los más intelectuales y una actitud de rebeldía constante le alejaron siempre de los cauces más mercantilistas de la literatura y el arte.
De sus exposiciones podemos destacar en 1970 en la Galería Matisse, en el 1979 en la Juana Mordó, en 1980 forma parte de Trayectorias, con itinerancia por todas las embajadas españolas en el mundo, en 1987 “Kunst & literatur” en Berlín, en 1989 hace una carpeta de grabados con integrantes del grupo COBRA, en 1999 está presente en ARCO…
En 1974, por la amistad que le unía a la familia Labordeta, trasladó su residencia a Zaragoza, donde residió hasta su muerte. La Diputación de Aragón orgullosa de ello, regaló al Príncipe de Asturias una pintura de Antonio Fernández Molina, cuando en el año 2000 realizó su primera visita oficial a Aragón y organizó a finales del año 2005 una exposición antológica del autor donde se mostraba una amplia visión de muchas de las facetas creadoras del artista.
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